domingo, 22 de noviembre de 2009

Conociendo a un autor


Armando José Sequera (Caracas, 8 de marzo de 1953) es un escritor, periodista y productor audiovisual venezolano. Reside en Valencia, estado Carabobo. Es autor de 56 libros, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 16 premios literarios, tres de ellos internacionales: Premio Casa de las Américas (1979), Diploma de Honor IBBY (1995) y Bienal Latinoamericana Canta Pirulero (2001). Es autor, entre otros títulos, de Evitarle malos pasos a la gente (1982), Teresa (2001) y Mi mamá es más bonita que la tuya (2005). En 2006 fue nominado al Premio Astrid Lindgren por el Banco del Libro.

Algunos cuentos de Teresa


Armando José Sequera, es el autor de unos cuentos, que me tienen encuentada, cuya protagonista es una linda, pícara y muy dulce niña, en ellos nos narra a través de la voz de uno de sus hermanos sus ocurrencias. Cuentos hermosos para niñ@s, padres y por supuesto cuentacuentos.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Para compartir

"Bea dice que el arte de leer se está muriendo lentamente, que es un ritual íntimo, que un libro es un espejo y que sólo podemos encontrar en él lo que ya llevamos dentro, que al leer ponemos la mente y el alma, y que ésos son bienes cada día más escasos."
Ruiz Zafón, C."La sombra del viento" p.476.

sábado, 14 de noviembre de 2009

El cuento de esta semana: El sexo de los ángeles, Mario Benedetti

Una de las más lamentables carencia de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato nunca confirmado de que los ángeles no hacen el amor, quizás signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales. Otra versión, tampoco confirmada, pero más verosímil sugiere que, si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón que carecen de erotismo lo celebran, en cambio, con palabras, vale decir, con las orejas. Así, cada vez que Angel y Angela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y sentarse mediante el intercambio de miradas, que, por supuesto, son angelicales. Y si Angel para abrir el fuego dice "Semilla", Angela para atizarlo responde "Surco". El dice "Alud" y ella tiernamente "Abismo". Las palabras se cruzan vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos, Angel dice "Madero" y Angela "Caverna". Aletean por ahí un ángel de la guarda misógino y silente y un ángel de la muerte viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe. Sigue silabeando su amor. El dice "Manantial" y ella " Cuenca". Las sílabas se impregnan de rocío y aquí y allá, entre cristales de nieve, circula en el aire, sus expectativas. Angel dice "Estoqueo" y Angela radiante, "Herida", el dice "Tañido" y ella dice "Relato". Y en el preciso instante del orgasmo intraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos se estremecen, entremolan, estallan y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Este cuento "Un lugra en el bosque" es jasídico y divulgado por Jorge Bucay en "Cuentos para pensar"

Esta historia nos cuenta un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov.
Baal Shem Tov era muy conocido dentro de su comunidad porque todos decían que él era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuhaba cuando él hablaba.
Se había hecho una tradición en este pueblo: todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaban algo que no habían podido conseguir iban a ver al rabino.
Baal Shem Tov se reunían con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaban a todos juntos a un lugar único, que él conocía, en medio del bosque. Y una vez allí, cuenta la leyenda, que Baal Shem Tov armaba con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja...como si fuera para él mismo.
Y dicen...
que a Dios le gustaban tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego armado de esa manera, quería tanto esa reunión de gente en ese lugar en el bosque...que no podía resistir el pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que ahí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta que nadie sabía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo...
Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían como armar el fuego.
Una vez por año, siguiendo la tradición que Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo lugar en el bosque, prendían el fuego de esa manera en que habían aprendido del viejo rabino, y como no conocían las palabras cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo miraban y hablaban cualquier cosa en ese mismo lugar, alrededor del fuego.
Y dicen...
que Dios gustaba tanto del fuego encendido, gustaba tanto de ese lugar en el bosque y de esa gente reunida... que aunque nadie decía las palabras adecuadas, de cualquier manera concedía los deseos a todos los que estaban ahí.
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo...
y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cual es el lugar en el bosque.
No sabemos cuáles son las palabras...
Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que lo hacía Baal Shem Tov...
Sin embargo hay algo que sí sabemos:
Sabemos esta historia,
Sabemos este cuento...
Y dicen...
que Dios adora tanto este cuento...
que le gusta tanto esta historia...
que basta con que alguien la cuente...
y que alguien la escuche...
para que Él, complacido,
satisfaga cualquier necesidad
y conceda cualquier deseo
a todos lo que están compartiendo ese momento...
Así sea...

domingo, 1 de noviembre de 2009

El cuento de esta semana: Arcalia, la tejedora de sueños

María del Pilar M. Quintero

Arcalia, la gran tejedora de las montañas, quiso un día tejer un manto para abrigar a su hija la Esperanza, una estrella diminuta que andaba por el cielo titilando de frío.
Pero antes, Arcalia había hecho un largo viaje por bosques, páramos y serranías. Quería visitar a las madrinas de su pueblo y pedirles consejo y ayuda para proteger a su hija la pequeña estrella. Sólo la acompañaba Zulí, un periquito.
Cada una de las madrinas le había dado un regalo muy especial: una madeja de hilo con una virtud.
A la primera que visitó fue a Urquía, la madrina del Norte, que vivía en una montaña, en una gruta cubierta de helechos y musgos.
Urquía –la de la mirada profunda-,muy atenta le dio de beber leche y miel y le regaló una madeja de hilo brillante que contenía la intuición y le dijo: con este hilo tus tejidos tendrán la virtud de dar a conocer el porvenir
La tejedora se despidió y continuó su viaje para visitar a la madrina del Oeste, Malía, que vivía en una nube. Para llegar a ella se subía en una tarabita, un asiento de caña y madera, que Malía halaba hasta el cielo con una cuerda mágica. Al llegar, Malía le dio de beber una taza de chocolate con hierbas de olor, le permitió disfrutar de todo su paisaje, y le dijo: el valor es muy necesario en la vida.
Tus tejidos tendrán el poder de darle valor a la gente. Y le regaló un carrete de hilo delgado y fuerte que contenía la valentía.
Arcalia se despidió muy satisfecha. Descendió en la tarabita y continuó su viaje. Atravesó montañas gigantes y grandes pantanos y llegó al fin donde Huissí, la madrina del sur, que vivía en una balsa en el medio de una gran laguna. Huissí la recibió con su cara serena de siempre y le brindó un atole de maíz tierno. Allí, Arcalia contempló las ondas de la laguna y los peces de colores que acompañaban a la madrina del agua. Cuando se iban a despedir, Huissí le entregó una madeja de hilo extensible que contenía la paciencia.
Después de reposar, Arcalia siguió su camino. Cruzó selvas, llanos ardientes y caudalosos ríos y llegó donde Yara, la madrina del Este, que vivía en un tronco viejo cubierto de orquídeas. Yara le dio de beber un vino de pétalos, y le dijo: tus tejidos traerán felicidad, y le regaló un gran rollo de hilo que contenía la alegría. Arcalia descanso todo un día para reponer sus fuerzas, y al amanecer se despidió y emprendió el regreso.
Las madrinas se quedaron pensando en cómo ayudar a la valiente viajera. Se comunicaron con un águila mensajera y decidieron reunirse a la orilla de la laguna de Huissí, la madrina del Sur. Allí conversaron largamente y resolvieron hacer un sortilegio para ayudar a Arcalia en su empeño de proteger a su hija, la pequeña estrella.La mandaron a llamar con un colibrí y al llegar le dijeron:
Arcalía, tu serás la madrina de los tejedores.
Los protejeras y cuando tejas serás invisible.

El viento y la lluvia serán tus ayudantes.
Con los hilos que te dimos, crearas la urdimbre.
Y con los hilos de los sueños de tu pueblo, tejerás la trama.
Tu tejido abrigará a tu hija, la estrella de la Esperanza,
y el sol y la luna te acompañarán siempre.
Y dicho esto las madrinas se despidieron y cada una partió hacia su rumbo. La tejedora, muy feliz, emprendió su regreso a las montañas de la Sierra Nevada.
Arcalía se vistió con su nuevo traje de madrina de los tejedores: blusa de nubes, falda de lluvia y zarcillos de estrellas, se envolvió en un chal de neblina y armó su telar.
Muy contenta dispuso la urdimbre con los hilos y las virtudes que le dieron las cuatro madrinas: la intuición, la valentía, la paciencia y la alegría.
El viento del Norte –su gran amigo-, muy diligente y veloz se encargó de llevar la noticia por todos los confines de la sierra: de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, de casa en casa, de niño en niño, el viento del Norte cantaba y decía:
Arcalía,
Tejerá un gran manto
Y abrigará el encanto
De las montañas mías.
Las madrinas le dieron
Los hilos de la urdimbre,
Ahora nos pide
El hilo de los sueños
Para tejer la trama.
Y junto a ella
Todos tejeremos
Para que su hija,
La dulce Esperanza,
Estrella lejana,
Nunca pase frío.

Encuentada

Desde pequeña, cuando llegaba la noche mi madre me leía cuentos para dormir...mi abuelo paterno nos narraba sus faenas de campo en el llano y mi abuela materna nos contaba la historia del Táchira desde su propia vivencia.
Díficil, entonces, no crecer amando los cuentos y leerlos, escucharlos y después de grande contarlos.
Sí, soy una "encuentada", porque me encantan los cuentos y disfruto de la magia d ela palabra escrita y por supuesto contada.